El Arado de Chuzo Motorizado. La Génesis del Prototipo “OTTO”. Segunda parte. Conectando experiencias


Al observar las dificultades de trabajo con el barreno holandés modificado, recordé la época en la cual intenté por primera vez intervenir el sistema tradicional de pastoreo que existía en la región. El modelo era una adaptación que crearon colonos migrantes principalmente pastusos y paisas a las laderas andinas, inspirados en el pastoreo extensivo que veían en las tierras planas de los valles interandinos, la costa Atlántica y los llanos orientales. La vivienda, de madera, se ubicada estratégicamente para facilitar el movimiento de las vacas desde dos grandes potreros de rotación a una ramada para realizar tanto el ordeño a la madrugada como el transporte de la leche al sitio más cercano de venta a una hora o más de camino a caballo. El ganado, criollo multipropósito, de baja productividad en leche, permitía los ingresos suficientes para el pago del jornal de uno o dos trabajadores. La venta de animales generaba la renta al propietario. También existía un potrero pequeño para los terneros “apartados” y otra parte de la finca se dedicaba al crecimiento y engorde de las nuevas generaciones y para las vacas gestantes. El sistema, fácil de administrar, no demandaba la presencia permanente del dueño y aunque ideal para mi tiempo disponible (fines de semana) mostraba los síntomas de erosión que provocaba en las montañas de pendientes altas¹ el transitar diario de los animales al sitio de ordeño y su hábito instintivo de comer y caminar en grandes extensiones. De otra parte, el pasto micay exuberante, que había conocido desde pequeño en la finca de mis abuelos en tierra calida y húmeda, se comportaba como grama con presencia masiva de helechos y diferentes ciperáceas. André Voisin², a quien había descubierto en 1976, explicaba la degradación de las praderas por la incapacidad de los gestores del pastoreo para acomodarse a las edades fisiológicas de las pasturas, sus necesidades de tiempos de reposo y ocupación, sus interacciones con los animales, las herramientas de trabajo y el entorno ambiental, relato que presenta en “Dinámica de los pastos” y “Productividad de la hierba”, en los cuales construye su propuesta de “pastoreo racional”, todavía vigente -60 años después- cuando se busca que la ganadería apoye las propuestas de captura de carbono.

Voisin era el único referente que disponía para impulsar la transformación del modelo extensivo, tan inapropiado para nuestras montañas andinas. Pero existían múltiples restricciones y no conocía experiencias en condiciones similares a las laderas altas de clima frío, en el trópico, que me permitieran tener una visión de mediano plazo en el cual apoyarme. Así, un poco ciego, sabía que debía hacer muchos potreros y esperar respuestas para corregir y seguir construyendo3. Decidí, entonces, no exigirle al sistema-finca objetivos rentistas y con paciencia y mucha prudencia convertí en procesos de investigación las acciones necesarias para superar las restricciones4 que impedían la puesta en funcionamiento del modelo Voisin de pastoreo. Entretanto continuaba con el proceso de transformación de mi formación agronómica que se ponía a prueba en discusiones con estudiantes y algunos profesores, realimentando mis reflexiones y el intento de re-enfocar algunos cursos de agronomía y zootecnia. Varias derivas ocurrieron en la década del 80 que luego se fueron conectando entre sí.

El que ahora llamo “arado de chuzo motorizado” – que en algún momento deberá ser “electrificado”- se produjo por la decisión de aplicar los principios del pastoreo racional a las condiciones multidimensionales de mi finca. Otras emergieron de la evolución secundaria de algunas de las soluciones encontradas como ocurrió con la arborización que a la vez estimuló la presencia de aves y muchas especies animales o la captura de semillas de orquídeas, atractivos turísticos impensados en las fases iniciales del proceso, relatados en varios sitios de este blog; también la realización de múltiples ensayos para manejar las “malezas” de los pastizales o el establecimiento de cultivos de pancoger para nuestra alimentación y de las gallinas, que utilizan los estiércoles del ganado como abono. Después de utilizar un impulsor con un pequeño panel solar que produjo excelentes resultados en el territorio más cercano al ordeño con incremento en la productividad de los pastos y en producción de leche, tuve que retornar a los cercos de púas porque su funcionamiento dependía del interés del mayordomo y de su responsabilidad frente al trabajo, un aspecto incontrolable si no se vive en la finca³. Como el modelo tradicional extensivo no convive con árboles, los postes debían obtenerse de algunos reductos de bosques nativos o adquirirse. Así que inicié la construcción de algunos cercos de ubicación estratégica o la disponibilidad de agua para bebederos.

La necesidad de hacer eficiente mi poco tiempo disponible y de no distraer demasiado las rutinas cotidianas del trabajador me condujo a ensayar un equipo polifuncional marca Beaver, japonés, que además de guadañadora⁵ para la limpieza de las zonas enrastrojadas disponía de implementos para usarse como hoyadora, taladro o motosierra. Se comercializaba en la zona cafetera para la renovación de los cultivos de café envejecidos. La experiencia fue frustrante. Los ensayos los hice en la zona cercana a la casa que se encontraba altamente compactada por ser plana y utilizada por el ganado para dormir. La hoyadora penetraba con dificultad o no penetraba así que concluí -prematuramente- que la potencia del motor no era suficiente para las condiciones de los suelos de la finca, pero compré el componente del hoyador para improvisar una adaptación a un motor de otra guadaña que disponía. La innovación funcionó pero requería dos personas para su manejo, una para sostener el motor y otra para hacer el hoyado. Veinte años después, cuando disponía como pensionado tiempo suficiente para “botar corriente” en mis chifladuras con la investigación en piña, descubrí que bastaba una pequeña innovación en la punta de la hoyadora y hacer unos cambios en la transmisión del sistema Beaver para mejorar el torque de la máquina y resolver el problema.

Primera modificación de la ahoyadora Beaver. Reconstrucción para foto

Recién pensionado, inquieto por las investigaciones que no pude continuar en la universidad, propuse al agricultor Orlando Agredo, nuestro gran colaborador de esa época, probar el hoyador motorizado tal como venía diseñado y después de algunas pruebas exitosas se preparó un pequeño lote para 3000 plantas de piña. En aquel tiempo pensaba que el mullimiento era la principal causa de deficiencia en el prendimiento de los hijuelos y con la prueba que había realizado 16 años atrás en los pequeños huecos que hacia el “barreno holandés modificado” tenía muchas ilusiones sobre resultados exitosos. Pero no fue así. El lote se convirtió en un nuevo lote experimental sobre las variaciones fragmentarias a los sistemas de cultivo y la necesidad de hacer rediseños del sistema en su conjunto cuando se establecen cambios aunque sean pequeños. De igual forma, reforcé el concepto elaborado por Michel Sebillotte, a quien estaba empezando a estudiar, sobre el efecto de lo precedente (dimensión histórica del lote de cultivo). Fue entonces el inicio de otra deriva que absorve mi tiempo en la actualidad, la del rediseño de los sistemas de cultivo que utilizan el hoyador como arado, una nueva integración de las experiencias anteriores (ver Bibliografia).

En cuanto a la hoyadora Beaver, la experiencia indicaba que su motor a la espalda con transmisión basada en guaya era inapropiado para el oficio de huequear ya que se reventaba a menudo cada que la hoyadora encontraba un obstáculo que le produjera un frenado brusco (una piedra o una raíz de un arbusto) obligando a llevar a un taller de soldadura. Allí surgió la idea de hacer un cardán lo suficientemente largo para que pudiera colgarse como las guadañas, aspecto que producía como beneficio que reducía el esfuerzo del operario en el soporte de la máquina y aumentaba la eficiencia en el trabajo del hoyado.

Guaya para permitir flexibilidad desde el motor a la espalda de la Beaver

Lo que parecía solo una técnica que reemplazaba otra, empezó a crear condiciones para la transformación total de los sistemas de cultivo donde se iría a aplicar. Debo mucho a los jóvenes que recuperaron mi trabajo sobre el cultivo de piña y a Michel Sebillotte la mirada teórica que me permitió interpretar agronómicamente lo que estaba realizando intuitivamente a partir de los problemas de los agricultores y la búsqueda de soluciones. También a Alfonso Villegas que me inició en las artes del cultivo de la piña.

Reanudé así mi propia revolución conceptual, tejiendo experiencias con lecturas de diversa índole y muchas conversaciones con mis compañeros de equipo sobre mis trabajos de campo.

TERCERA PARTE: Las modificaciones a la hoyadora Beaver y los nuevos usos.

Habrá futuro?

NOTAS

1. Según CVC, la corporación ambiental que controla el uso del suelo en la región, la finca tiene entre el 50 y 75 % del área con pendientes escarpadas, entre el 25 y el 50 % fuertemente quebradas y menos del 3.5 % planas

2. Mi eterno reconocimiento a este investigador a quien le debo el inicio de mi revolución conceptual agronómica. Voisin me inspiró re-interpretaciones de las experiencias agropecuarias de mi familia que me ayudaron a cuestionar las ideas académicas importadas por el economicismo desarrollista descalificador del mundo campesino y las laderas que subvaloraba por atrasado. Thomas R Preston, investigador británico trashumante, califica ese mundo que muchos quieren copiar, como “insostenible” . ver:

https://www.engormix.com/MA-ganaderia-leche/videos/sistemas-agricolas-integradosla-alimentacion-produccionenergia-sostenible-partirbiomasa-t38917.htm

3. Hoy dispongo de 180 pequeños potreros que me permiten pastoreo de un solo día, descansos profundos -de más de 120 días- para el control de garrapatas, y la flexibilidad suficiente para “saltear” lotes o sembrar imperial para competir con el “chondur” a base de sombra o reorientar algunos planos para hacer pequeños cultivos orgánicos

4. No había carreteable, ni luz eléctrica y la venta de la leche se realizaba a precios bajos a intermediarios. La nueva vía al mar había generado crisis en restaurantes y la economía de quienes sobrevivían de la venta de derivados a pasajeros y camiones que iban y regresaban de Buenaventura

5. En algunos sitios le llaman desbrozadora

BIBLIOGRAFIA

Reina, J.; Herrera, O.; Quintero, H. & Chaparro, O. (2018).Transformaciones del discurso agronómico para el desarrollo de sistemas de cultivo para piña en terrenos restringidos por pendiente y sequedad. En Rodríguez, L. (ed.). La emergencia de los enfoques de la complejidad en América Latina. Tomo II. Recuperado de: http://comunidadeditora.org/la-emergencia-de-los-enfoques-de-la-complejidad-en-america-latina-tomo-2/.

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