- Arado de chuzo motorizado para labranza mínima localizada, conservación y aumento de nutrientes disponibles y de humedad en los suelos por acumulados de podas de “malezas”
- Transporte por cable de los productos agrícolas con cero emisiones de GEI
Hacia 2007, al poco tiempo de retirarme de la Universidad Nacional de Colombia, decidí trabajar de modo independiente en las inquietudes que habían surgido sobre el impacto ambiental de los cultivos de piña en la región de Dagua en el recién creado “Instituto de Investigaciones del Espacio Rural (IIER)”. La discusión en el momento versaba sobre dos posiciones antagónicas. De una parte, los funcionarios de la corporación ambiental que rige en la región, planteaban que los cultivos de piña que se establecían en terrenos por encima del 30% de pendiente eran los causantes de una parte importante del deterioro de la cuenca del río Dagua y el transporte de sólidos a la Bahía de Buenaventura, el principal puerto colombiano; de otra, los cultivos de piña se encontraban ubicados en laderas con pendientes mayores del 100% y daban empleo directo a más de 3000 personas e indirectos a otras tantas. Siendo además el único mercado relativamente organizado que permitía rentabilidades aceptables a los agricultores y sus socios financiadores.
En el Instituto tomamos la decisión de explorar una tercera vía y presentamos un programa de investigación orientado a rediseñar los sistemas de cultivo, labor que se inició con mucho ánimo -y pocos recursos- con la colaboración de tres jóvenes recién egresados. Lamentablemente la U. no estaba interesada en estas propuestas lo que se confirmó cuando un Consejo de Sede no quiso aprobar la maestría en desarrollo sostenible -un proyecto del Instituto- a pesar de haber cumplido todos los requisitos necesarios argumentando “no formar parte de las políticas actuales de la Universidad”, una decisión que reforzó la idea de retirarme.
Pero mi experiencia como investigador independiente operando con áreas de cultivo similares a los pequeños agricultores fue espectacular. Cuando un investigador agrícola decide autofinanciarse debe pensar como agricultor para recuperar los gastos de la investigación y a la vez, sobrevivir como agricultor. Esta experiencia se relató detalladamente en un artículo que presentó el equipo de investigación con el título “Transformaciones del discurso agronómico para el desarrollo de sistemas de cultivo para piña en terrenos restringidos por pendiente y sequedad” y publicado en el libro “La emergencia de los enfoques de complejidad en América Latina”, tomo II. La investigación-acción dejó como productos principales una estructura base para la construcción de sistemas de cultivo que permitan la interacción entre el cultivo objetivo con la vegetación acompañante (o “malezas” entre comillas) y también, equipos que motorizan la siembra a chuzo y el transporte por cable para hacer más eficientes y agradables algunos trabajos, responder a la escasez de mano de obra familiar, al envejecimiento y feminización de la población rural y la conservación de la calidad de los productos cosechados. La poda de las “malezas” al mismo tiempo que se hace el cultivo, no sólo protege y ayuda al almacenamiento de la humedad en los suelos, sino que también reduce costos de fertilización porque hay acumulados de nutrientes en el suelo algo muy importante en la actualidad por la crisis de costos. El arado de chuzo como lo llamo, permite cultivar con relativa facilidad pendientes mayores del 50% sin destrucción ambiental ya que es un esquema de labranza mínima.
Mi ruptura con el enfoque de las malezas que las consideran perjudiciales para los cultivos -la versión convencional en los agrónomos y la mayoría de los agricultores -data de 1975 cuando descubrí por azar que hacían desaparecer la escoba de bruja en el establecimiento de un cultivo de cacao en la región del Digua (V.)
Algunos avances se han logrado en la regeneración natural de especies arbóreas para los potreros, en el desarrollo de sistemas de cultivo con “malezas” en maíz, guadua, eucalipto, lulo y diversas musáceas; en el establecimiento de gallinas criollas en pastoreo con libertad “restringida” y alimentación con recursos locales, en estrategias de convivencia con la fauna silvestre (la finca limita al Occidente con un parque natural), con la gran colaboración de mi compañera indígena, una interacción que no está exenta de las tensiones propias de personas que poseen saberes distintos, tensiones que enriquecen la búsqueda de soluciones.
Los videos que se presentan a continuación ilustran algunas de esas soluciones.
NOTAS:
- Sobre el papel que juega la observación en la investigación se puede consultar: Deffontaines, J. P. 1991. “La Agronomía ciencia del campo. El campo, lugar de la Interdisciplinariedad. De la ecofisiología a las ciencias humanas” trad. Gladys Conde. In Agronomie, 11: 581-591
- Reina, J.; Herrera, O.; Quintero, H. & Chaparro, O. (2018). Transformaciones del discurso agronómico para el desarrollo de sistemas de cultivo para piña en terrenos restringidos por pendiente y sequedad. En Rodríguez, L. (ed.). La emergencia de los enfoques de la complejidad en América Latina. Tomo II. Recuperado de: http://comunidadeditora.org/la-emergencia-de-los-enfoques-de-la-complejidad-en-america-latina-tomo-2/.
- Reina, J. (2009). Hacia una Agronomía desde la complejidad: conceptos, contextos, métodos de trabajo y algunos resultados [CD-ROM]. En Rodríguez, L. (ed.). Edgar Morin y el pensamiento complejo: Celebración homenaje en el 88 aniversario de Edgar Morin. https://docplayer.es/79270967-Avances-del-libro-hacia-una-agronomia-desde-la-complejidad.html