En Los Altos de San José del Salado en Tiempos de Corona-Virus


Estamos en mayo de 2020. Una pandemia inesperada avanza rápido por todo el planeta, inter e hiper conectado por la globalización de los negocios y la concentración poblacional en urbes cada vez más grandes que facilitan la transmisión del virus. Muestra vividamente los límites de una concepción del mundo simplificada y unidimensional a la que se denominó progreso asimilada acriticamente por la mayoría de los países y gentes del mundo. Modelos y modos de vida que había que copiar porque estaban acompañados de soluciones novedosas a los problemas de la vida cotidiana inspiradas en los avances de las tecno-ciencias, de organizaciones sociales dignas de admiración donde el trabajo podía garantizar niveles de vida envidiables que contrastaban con las condiciones difíciles, desordenadas de los países pobres.

La población creció cuatro veces en el último siglo gracias a la disponibilidad de alimentos y al control de la mayoria de las enfermedades infecciosas, aumentando la esperanza de vida. Revoluciones tecnológico-consumistas atraen más gente a las grandes urbes que se expanden por las comodidades ofrecidas. Los políticos y gobernantes combinan las formas tradicionales de represión con la creación de mundos virtuales para la manipulación de los gobernados y el control de los brotes de delincuencia organizada, de los inconformes y de los excluidos de ese tipo de desarrollo. Promueven soluciones de corto plazo que refuerzan el gigantismo urbano y multinacionales de todo tipo penetran en la vida cotidiana de la población con sus negocios. Los países pobres, incapaces de seguir el enfoque de desarrollo científico-técnico de los países ricos, estimulan las industrias turísticas y culturales para obtener ingresos adicionales a la exportación de materias primas tradicionales. La pandemia se extiende por todos lados con la complicidad de los gobiernos que no cierran fonteras para no perjudicar los compromisos adquiridos con los ’empresarios’ que financiaron sus campañas. Estos interpretan -como siempre- la crisis como oportunidades para más negocios. No creen en una crisis generalizada que los pueda afectar. Uno que otro premio Nobel de economía invita al crecimiento 0 (cero), mientras se supera la crisis de salud, pero no son escuchados. Las élites académicas cambian sus temas de estudio y debate, los múltiples problemas culturales y sociales creados por las migraciones de los buscadores de oportunidades se aplazan, igual, las guerras religiosas y políticas. La gente quiere retornar a sus países de origen, estimulando la difusión del virus y realimentando la crisis. Se buscan afanosamente soluciones médicas por las rutas que dieron resultado en el pasado, vacunas, aislamientos, remedios. El planeta vomita intoxicado sus respuestas. No quiero morir prematuramente. Tampoco abandonar mi proyecto de alimentación saludable en el campo ni la pasión investigativa de toda mi vida académica por encontrar modelos agrícolas de inspiración campesina e indígena recreados para volver atractiva la vida rural para los jóvenes en los entornos difíciles de las regiones tropicales andinas. Todavía hay muchos cabos sueltos en el modelo de ganadería sostenible de bajo costo, de trabajo agrícola en consonancia con las dinámicas de la naturaleza. Tampoco quiero dejar abandonada a su suerte a la compañera de mis últimos años que huyendo de los maltratos de su ex en una comunidad indígena de cultura machista se re-encontró con su mundo agrícola a mi lado. Así que debemos cuidarnos en especial cuando realizamos algunas compras en el pequeño pueblo cercano.

Los problemas de salud, bajo la forma de enfermedades crónicas y respiratorias habían avanzado silenciosamente; la medicina progresaba pero en la dirección de realimentar el mundo de los negocios. La pandemia hace visibles los esquemas económicos que destruyeron los sistemas de salud pública en los países democráticos occidentales y la disciplina social de las culturas asiáticas. Unos y otros comparten el mismo camino de progreso, rompiendo la transferencia de saberes acumulados por siglos, los antiguos métodos de resolver problemas que son ahora delegados en expertos y científicos especializados, una minoría de buscadores de soluciones de alto costo. En el entretanto la mayoría de jóvenes se entretienen con las creaciones tecnológicas, enfermos de consumismo y de ignorancia cultural. Minorías de científicos alertan sobre eventuales desastres que se pueden presentar por un cambio climático que se avecina a pasos gigantescos si no se actua de inmediato reduciendo los gases de efecto invernadero que produce el progreso. La gente del común y los políticos no creen o no les interesa así que las respuestas son limitadas y no tienen mayor impacto. Se adopta el nuevo lenguaje para guardar las apariencias y se sigue haciendo lo mismo.

Me estoy resignando y empiezo a aceptar con pesimismo un futuro de terror para la humanidad. Lo que hago en mi finca, por muy valioso e importante que sea, no tendrá mayor impacto. Con 40 años de estar conviviendo con la naturaleza veo el cambio en la alteración de los ciclos de lluvias y tiempo seco que hace imposible predecir los mejores momentos para la siembra o la cosecha. Plantas de clima cálido empiezan a adaptarse mejor. La agricultura se convierte en un reto para el investigador. Hay que encontrar el tipo de plantas y variedades capaces de sobrevivir en ese entorno cambiante. Probar semillas de otras regiones, sistemas de cultivo de amplio espectro adaptativo, superar o reconstruir la herencia tecnológica de las revoluciones verdes. Las agriculturas tradicionales que han resistido al cambio son ahora más interesantes. Estoy asombrado por la escasez de lluvias en ‘Los Altos’. En Mayo, uno de los meses más lluviosos del año, hemos tenido un pequeño aguacero de 17 mm y algunas brisas que sumadas no llegan a otros 20 mm. Si sigue la tendencia no tendremos más de 50 mm en el mes contra 150 mm en los registros históricos. Aún así las fuentes de agua no han escaseado y el acueducto de San José ha tenido buen suministro tal vez por la influencia de la vertiente del Pacífico en la parte occidental de los altos -el efecto Fohen- donde se presentan los principales nacimientos. Pero la situación de los meses por venir no deja de preocupar. Mis pastos se vieron afectados un poco por el periodo seco de enero a marzo pero se recuperaron con rapidez gracias a algunas lluvias en el mes de abril. La arborizacion de los potreros crea procesos de condensación de las nieblas que ayudan a sostener la humedad del suelo. Tendré que organizar un sistema de producción de ensilaje artesanal para evitar problemas a futuro, aprovechando que la naturaleza tropical me hace regalos inesperados: mi enfoque de convivencia de ‘malezas’ con cultivos hizo aparecer dentro del lote de musáceas pasto imperial, diseminado por pájaros. De otra parte, el hato ha crecido y debo evitar sobrepoblación. Las medidas tomadas por las autoridades para enfrentar la pandemia han disminuido radicalmente la venta de animales para el mercado local, activado por el turismo de fin de semana, ahora inexistente; así que la situación se está volviendo más compleja de manejar. De todas maneras no tengo una explotación comercial en el sentido literal, ya que mi finca es más un centro experimental que otra cosa. Debo suspender la reproducción del ganado y tal vez incrementar las pequeñas especies, más fáciles de alimentar con productos de la finca y más apropiadas para el autoconsumo y el mercadeo cercano.

El nuevo contexto aparece de improviso. La infección viral avanza incontenible por todo el planeta. Mi compañera recibe una noticia dolorosa. Uno de sus hijos fallece en un accidente fatal. No puedo acompañarla a las ceremonias fúnebres. Acaban de decretar confinamiento para los mayores de 70 años. Tres días después se decreta para toda la población. Viviremos separados un tiempo. El paisa Neovardo, un hombre noble, decide acompañarme para realizar las tareas urgentes de la finca, las rotaciones de los dos grupos de ganado, las rutinas de las aves de corral, el manejo de un pequeño lote de café en crecimiento. Otras tareas se aplazan. No nos queda tiempo para las limpiezas de la huerta de mi compañera. Debemos acomodarnos a las nuevas circunstancias. Hay temor para contratar trabajadores que se movilicen todos los días desde los centros poblados y nos traigan la infección.

Me llama la atención que sean los obesos con diabetes, hipertensión arterial y deficiencias pulmonares, las víctimas fatales. Las enfermedades crónicas del mundo moderno. Tambien, el hacinamiento el principal medio de propagación de la infección; que los portadores asintomáticos vuelven complejo el manejo social del problema. Quiero sobrevivir y seguir construyendo mis sueños. Mis personajes más admirados, Humberto Maturana, Allan Savory, Edgar Morin, son ancianos de más de 90 años que aún dan lúcidas conferencias en vivo. El gran Pepe Mujica, un izquierdista auténtico y consecuente ya tiene 85 años. Creía que el cambio climático iba a ser el principal problema globalizado que debíamos enfrentar y me quejaba de la indolencia y poca acción que nuestra especie observa sobre los peligros para las nuevas generaciones. Así que me tomó por sorpresa esta emergencia viral que hace visibles nuestros problemas más graves como sociedad y sus relaciones con las estrategias de vida y desarrollo del pasado reciente. Lo admirado y copiado por doquier como modelo a seguir se derrumba estrepitosamente. La revolución industrial y su modo de vida revela sus peores debilidades. A pesar de la crisis soy un privilegiado, me digo para consolarme. La vida en el campo y la producción para el autoconsumo, la especialidad de mi compañera, me permite algunos lujos. En especial, no siento la intensidad de las restricciones a la libertad que el manejo médico del problema le ha regalado a los gobernantes autoritarios, a la corrupción solapada, a los grupos criminales que aprovechan la situación para crecer sus actividades y sembrar terror en las comunidades rurales, después del pequeño recreo de la paz.

Foto: Juan Reina

Confieso que he vivido, como escribía Neruda. Aprendí a leer iluminado por velas y la lámpara Coleman a gasolina. Abrigué los sueños juveniles y una pasión inexplicable por el estudio y la lectura mientras veía uno tras otro los cambios que han ocurrido en mis 70 años de vida. Soy un privilegiado, me repito. También quise cambiar el mundo, luego mi ejercicio como docente e investigador. Frustraciones por doquier. Transformar la formación en agronomía, el último gran intento, en el ocaso de mi carrera docente. Conocía de primera mano -por las experiencias familiares- que estaba encasillada en los modelos modernizantes de los economistas y era incapaz de interpretar las agriculturas tradicionales que calificaban de atrasadas, aquellas que habían construido los abuelos agricultores y comunidades nativas en nuestras condiciones tropicales, que debía ser el punto de partida de nuestra investigación agrícola. Los economistas del mundo desarrollado nos dictaminaron que había que transformarlas si queríamos salir del atraso y emprender el camino del desarrollo, a su imagen y semejanza. El modelo industrial, homogenizador, estandarizado, recorrió el mundo, en lugar del comunismo.

La construcción de un sistema agrícola a la medida de las culturas tradicionales, nuestro proyecto (con mi compañera) se ve alterado de improviso. Debemos seguir la evolución de los acontecimientos, evaluar en cada instante, tomar decisiones. Estar en alerta, corregir. Nadie sabe cuándo terminará esta crisis de salud ni el impacto sobre la organización social, política, económica de nuestra especie. Incertidumbre total. Un modo de vivir lo que significa la palabra COMPLEJIDAD. Indignación, rabia, una sociedad que se dejó absorber por los mercaderes a cambio de los espejismos de las revoluciones tecnológicas para las grandes masas concentradas en urbes. Miedo. Encerrados, confinados en cuarentenas para que no colapsen los hospitales, para ocultar los negocios que se montaron sobre los sistemas de salud. Médicos, semivictimas y semicomplices, alcahuetes de las medicinas que producen las farmacéuticas, incapaces de hacer manejos distintos a los protocolos dictados por las mafias de la salud concentradas en la OMS. Bendita y maldita pandemia que empezó a visibilizar lo invisible. Paradojas de la humanidad. Me examino, reflexiono. Tomo mi temperatura. Me ha estado molestando la garganta. 34.5° Me tranquilizo, no es corona virus. Voy al pueblo una vez por semana para comprar el mercado y los insumos que se pueden conseguir para la finca. Mi compañera vive su propia tragedia y se encuentra confinada en su tierra, un cabildo indigena. Iba con una tos seca de varias semanas que me preocupaba. Creo que estuvo cocinando con leña mucho tiempo y una virosis que adquirió en una visita a su familia, le dejó esa secuela. La consuelo y trato de orientarla por celular. Las medidas que han tomado los indígenas son más extremas que las del gobierno. El confinamiento es total para los mayores de 50 años. Los grupos armados asesinan cobardemente a quienes no obedecen. Uff qué situación tan complicada. Entiendo que ella debe vivir su duelo con sus otros hijos y no la presiono para que regrese. Paciencia.

Foto: Juan Reina

Un silencio aterrador me invita a reflexionar. Sí, se oyen los pájaros, se vé el pasar de la niebla y los vientos fuertes que anuncian la entrada de las primeras lluvias del invierno, bastante retrasado este año. Aún así siento un silencio raro; miro desde mis alturas el pequeño pueblo del Queremal al borde derecho de mi pantalla visual como si fuera un cementerio. Decidí desde la muerte de mi primera esposa vivir aquí precisamente porque huía del ruido de la ciudad, de esa cultura parrandera del Valle del Cauca que celebra cualquier cosa con aguardiente, música a alto volumen y pólvora por varios días sin importar el malestar que se cause a los vecinos. Pero esta pandemia es un extremismo indeseable: sin tránsito de vehículos, sin los ruidos de la música a alto volumen de los visitantes de fin de semana hago conciencia de un referente. Me encantaba el silencio de mi espacio privilegiado, pero también las luces del frente, al otro lado de la cordillera y el susurro de esos ruidos de las tecnologías humanas. Me vanagloriaba de estar lejos. Ahora siento un silencio de muerte, de muerte de las creaciones humanas. Me acabo de enterar del asesinato de un líder ambientalista que vivía en una vereda cercana a Cali dedicado a conservar semillas nativas, al cultivo de plantas medicinales, a la divulgación de la agricultura orgánica y de las relaciones entre alimentación y salud. Trataba de convencer a buscadores de oro de los daños que producía su actividad al ambiente. Otra noticia habla de nuevos asesinatos de líderes sociales desde enero a la fecha. Qué país éste!!! La eliminación física del contradictor, del que piensa diferente, está enraizada culturalmente en las estrategias políticas, sociales y económicas de nuestra sociedad. Los modos de obtener dinero se confunden con la creación de riqueza de los clásicos de la economía. Versiones criollas de los modos de vida adaptados de las sociedades desarrolladas

Ahora, una reflexión obligada sobre la muerte, nunca tan cerca. Los médicos adquieren un poder inimaginable, nos condenan a ser una población a sobre proteger. Confío en mis reservas de salud. La vida sigue, solo que ahora tenemos más conciencia de sus riesgos y del modo como podemos asumirlos. Mi compañera intentará regresar la semana entrante. Nos deseamos mucha suerte. Además de los problemas normales deberá superar los obstáculos de una cultura deshumanizada, con nuevos poderes actuando arbitrariamente en calles y carreteras. La vida en medio de la incertidumbre ha retornado. Una luna llena en un hermoso amanecer me invita de nuevo a soñar, es el anuncio de los cielos del inicio del verano, me digo.

Ya es Junio, mi compañera regresará pronto, logramos coordinar las reglas rigurosas de su comunidad con las excepciones que el gobierno estableció a la cuarentena, pero debemos garantizar que su desplazamiento tenga las máximas condiciones de seguridad para evitar riesgos de infección. Un nuevo amigo, muy solidario, se ofrece a traerla pero no podrá llegar a su municipio por el bloqueo que los guardias indígenas establecieron para impedir la difusión del virus. Deberá transportarse en un servicio de motos taxis durante 1 hora hasta el sitio de encuentro. Un día de muchas tensiones. La comunicación moderna poco a poco nos libera de preocupaciones. Estoy feliz. Ella, refleja en su cara la tristeza de la pérdida de su hijo y deberé ayudarle a enfrentar en su duelo el recuerdo de tres años compartidos con nosotros. Mientras almorzamos, un fuerte aguacero de una hora permitió conocer mejor a nuestra pareja de nuevos amigos.

Una semana de lluvias me indica que en estos tiempos hasta los cielos construyen fakenews. La pandemia aumenta sus estragos ahora que los grupos económicos quieren seguir ‘haciendo de lo mismo’ y se establecen aperturas de los confinamientos con la disculpa de generar empleo y actividad económica. Hay que ‘aprender a convivir con el virus’ dice el presidente, copiando prematuramente los procesos de los europeos y asiáticos. No son capaces de establecer crecimientos ‘0’ para una época de crisis de las proporciones actuales. Las necesidades de supervivencia provocan búsquedas alternativas en la investigación médica criolla que ahora intenta combinar el conocimiento hiperespecializado con un pragmatismo a la medida de nuestras posibilidades. La pos-pandemia es incierta e impredecible. Algunas pequeñas luces se observan a lo lejos…

 


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