Migración de Abejas Nativas en las Coordilleras Andinas. Para los Amantes de la Naturaleza (No. 2)


Hace poco nos vimos sorprendidos en la finca con la llegada inesperada de un enjambre de abejas que revoleteaba a solo seis metros de nuestra cabaña principal, en la esquina del lote que tenemos dedicado a las gallinas. Preparaba el café para el aperitivo al final de la jornada de trabajo, un excelente espacio para distraerse con conversaciones sobre múltiples temas, cuando alguien dió la alarma. Aunque estamos acostumbrados a la presencia permanente de abejas en las floraciones de la multiplicidad de especies que acompañan la cobertura vegetal de los pastizales y observar estos movimientos dentro del territorio de la finca, el revoleteo indicaba que querían establecerse en el sitio, teniendo en cuenta la proximidad de la noche (4:30 pm). Vi la oportunidad de dejar un recuerdo de este momento y corrí a buscar mi cámara de video. Su excelente zoom me permitiría hacer la toma sin mucho riesgo. Un poco más tarde, cuando todo se había calmado, salí a observar de nuevo el sitio de llegada, quedando sorprendido por la formación que habían realizado de una estructura de bolsa autoprotectora que colgaba en el tallo muy delgado de un pequeño árbol de ciprés que mi esposa había sembrado allí como adorno para su jardín. Permanecían así, como en estado de latencia y nos preguntábamos si debíamos hacer algo para que abandonaran el sitio pues nos generarían muchas incomodidades ya que estaban cerca de las aves y del tránsito permanente de nosotros y de nuestra viejo e insuperable Land Rover. A los tres días, un gran zumbido empezó a pasar por encima de mi cabeza y mi instinto de supervivencia me hizo tirar al suelo pues creí que sería atacado cuando partieron alrededor de las 10 de la mañana en un día soleado. Avanzaban revoleteando miles de abejas, explorando el terreno y de un momento a otro, en una sincronización perfecta tomaron vuelo y a alta velocidad, como un planeador experto, bajaron la ladera por encima de los árboles, haciendo curvas en el aire acomodándose a las sinuosidades de la montaña. Un espectáculo inolvidable.

Al otro día, mis arbustos-maleza favoritos, aquellos que activaron la sucesión natural que permitió la arborización de mis potreros, (Chilca, Baccharis sp) abrieron masivamente sus flores y cientos de abejas las invadieron para disfrutar su delicioso néctar.

Las sensaciones y tensiones que viví, de miedo, de curiosidad, de admiración por la belleza, organización y comportamientos de esta especie en peligro de extinción, crearon un tema de estudio para mejorar nuestra convivencia con ellas y satisfacer mi curiosidad sobre su modo de vivir “al natural”; así que empecé a hacer preguntas a mis trabajadores que luego ampliaría a apicultores y consultas en internet. Recordé al gran Edgar Morín por su concepción dual de la naturaleza: madre y madrastra al mismo tiempo y aunque nunca hemos tenido problemas con ellas, es mejor que hagan su colmena lejos de nuestras cabañas, no sea que causen alguna tragedia como respuesta a una provocación involuntaria.

Mientras aprendo más sobre esta especie “al natural”, sin preocuparme de convertirlas en actividad productiva, comparto con ustedes, mis amigos de la web, las imágenes que pude captar de este momento.

José Otocar Reina B.


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