Cambio-Conservación en las Agriculturas Campesinas Andinas


La dinámica en los métodos y estrategias de cultivo de los agricultores pasa desapercibida para los que piensan que las transformaciones técnicas solo se inspiran en los resultados obtenidos en laboratorios o centros experimentales. Desde sus esquemas mentales descalifican a los agricultores como tercos o tradicionalistas porque no siguen las recomendaciones ‘expertas’. Dos grandes Agrónomos nos invitan a revisar con cuidado el quehacer ‘rutinario’ de aquéllos que conviven con las plantaciones o los ganados. André Voisín revaloraba el empirismo campesino y Michel Sebillotte planteaba que los agricultores siempre tienen buenas razones para hacer lo que hacen’. Ambos intentaban captar la lógica de sus decisiones.

Los agricultores ponen en acción saberes acumulados e investigan a su manera cuando no logran los objetivos buscados; una ecuación sencilla que provoca efectos inesperados. Si se encuentran insatisfechos escrutan en sus saberes de fondo o en su entorno cercano, soluciones a los problemas que identifican. Auténticas adaptaciones tecnológicas se producen al cabo de un tiempo cuando un problema se masifica en una región o alguna novedad llama la atención. En lugar de hacer críticas superficiales que devienen de comparaciones entre tipos de agriculturas o idealidades de escritorio, Sebillotte invitaba a desarrollar un campo de investigación: el estudio de las trayectorias de los sistemas de cultivo y de producción; camino que conduce a entender los problemas agrícolas y la aplicación y desarrollo de conocimientos agronómicos integrados al mundo rural. El calificativo de atrasadas para agriculturas campesinas se masificó después de la segunda posguerra, pero en América Latina lo venían enunciando desde fines del siglo XIX los comerciantes ilustrados en el ‘laisse faire’ manchesteriano muy influyentes en los nuevos Estados liberados de la colonia española. Salvador Camacho Roldán, p.e. se quejaba en Colombia de las bajas productividades de los cultivos de tabaco y algodón, producidos por ”manos rutinarias”. Los viajes por el mundo le permitieron compararlos con los estilos de cultivar de las potencias de la época y lo llevaron a concluir -con la superficialidad propia de las observaciones de un viajero comerciante- que el problema era de origen técnico y de escasez de conocimientos. Aunque la solución era sencilla, copiar y reproducir los modelos exitosos de otras sociedades, las guerras “civiles” entre terratenientes y comerciantes retardaron casi un siglo la conversión de estas opiniones ilustradas en políticas de Estado y en paradigmas imposibles de modificar, en verdades inviolables. Después de la II Guerra mundial se intensifica la penetración de los modos ‘tecnicos’ de producir y la copia del modelo de industrialización de la agricultura de EEUU en los valles inter-andinos del Cauca y del Magdalena: la mecanización, uso de fertilizantes y pesticidas sintéticos, siembra de materias primas industriales. Las ciudades crecen para “acoger” desplazados del campo, mejoran las ganancias de rentistas y comerciantes acomodados. La homogenización en el planeta de un modo de vivir, producir, comercializar, investigar incita a otras culturas del mundo a imitar los procesos y modos de actuar de la cultura que se autocalifica como desarrollada. El relato de la ola que transforma todo a su paso, como tsunami que no deja otra opción, es tan avasallador que solo deja a nuestras sociedades tercermundistas la única alternativa de sumarse a la cola de los copiones en ciencia y tecnología de los países desarrollados.

En perspectiva los mundos campesinos se representan como herencia de un pasado que se debe superar. Pero los climas malsanos y la topografía montañosa discriminan positivamente sólo a las mesetas y valles interandinos para la adopción de las nuevas tecnologías agrícolas. Los mundos campesinos, dispersos en el territorio, sometidos a la subvaloración social y cultural de herencia española, ahora ven oportunidades en el crecimiento de las ciudades para la producción de una variedad de alimentos que la homogenización del espacio no puede abordar. Pero debe enfrentar las estrategias de explotación de las mafias de intermediarios, las políticas aperturistas, los nuevos costos de producción del modelo ‘modernizante’, la competencia desleal por las tierras aptas para los cultivos de plantación o de ganadería extensiva; las tentaciones del nuevo mercado de las plantas alucinógenas…….contexto adverso que paradójicamente refuerza su tendencia a la persistencia. Sobrevive haciendo sus propios procesos de adaptación, de recampesinización tecnológica y económica. El precio que paga es alto: pierde estrategias de intervención ‘suave’ como el cafetal con sombra, la cría de animales en la finca (BON, cerdo sanpedreño, gallinas), los cultivos asociados y múltiples, terrenos en ‘descanso’, agroindustrias campesinas (trapiche panelero, empaques de fique, quesos, rallanderías de yuca), la producción para el autoconsumo y los mercados locales.

Aparentemente copiar y transferir los saberes y desarrollos de otras sociedades, pareciera el camino más rápido para impulsar nuestro desenvolvimiento. Pero cada cultura tiene especificidades y dinámicas que las hacen únicas y a ninguna se le puede privar del cuidadoso trabajo de acción-investigación que demanda la adaptación siempre transitoria entre saberes tradicionales y modos de conocer y operar tecno-científicos. Los nuevos problemas planetarios del mundo de hoy exigen un trabajo dispendioso de recontextualización para intentar armonizar las dinámicas culturales con naturaleza y sociedad.

A modo de ejemplo quiero mostrar un caso en el que trabajé un buen tiempo: la producción piñera en la región subxerofítica del cañón del río Dagua. Hacia el año 2000, dos estudiantes con curiosidad investigadora encuentran algo asombroso: los piñeros de Dagua estaban resolviendo un problema sanitario complejo que denominaban ‘amarillamiento’ y llevaba a la quiebra económica a muchos agricultores, con una estrategia elemental: alquilar tierras que no se hubieran sembrado con piña o que hubieran ‘descansado’ tiempo considerable. Llamamos ‘itinerante’ al sistema de cultivo, por su similitud con el usado por los indígenas precolombinos. Los piñeros habían adoptado los agroquímicos que recomendaban las casas comerciales y los agrónomos atribuyendo el daño a sinfílidos o nemátodos; los ensayos con rotaciones (frijol, maíz, zapallo) habían fracasado. La piña como cultivo principal era la única opción rentable con mercados estables que les ofrecía algún grado de sostenibilidad económica en

amarillamientoEl “amarillamiento” en los cultivos de piña V. Manzana (foto de Pablo Acosta)

esas tierras áridas y montañosas del cañón donde escasea el agua. Los jóvenes investigadores encontraron además algo excepcional: varios agricultores utilizaban la siembra con chuzo – de origen también milenario- con resultados aceptables contradiciendo las recomendaciones de los manuales sobre mullir los suelos para el establecimiento del cultivo. Algunos tenían hasta tres ciclos continuos de siembras de piña y sus problemas parecían manejables. A mi retiro de la Universidad Nacional decidí realizar una experiencia límite: replicaría el sistema de cultivo pero motorizando la siembra a chuzo de tres mil plantas en un lote cedido gentilmente por uno de ellos. Iba a ser el cuarto ciclo seguido. Usaría una guadañadora de espalda que disponía de una transmisión con guaya para varios usos entre ellos una hoyadora. La experiencia fue aleccionante. La guaya se reventaba cada que encontraba un obstáculo fuerte en el terreno, pero el buen prendimiento y crecimiento de la semilla estimulaba a continuar. Había que hacer innovaciones al equipo para hacerlo más funcional. Si bien se había

hoyado_motorizado_1Primera experiencia de hoyado motorizado

sembrado con el inicio de las lluvias (octubre), la aparición de malezas había sido lenta y sólo a fines de diciembre se vio la necesidad de control manual, que se hizo con trabajadores de la zona con costumbres piñeras. Se iniciaba el ciclo de verano y la temporada de lluvias había sido relativamente seca. Un mes después, la pequeña plantación mostró la sintomatología del ‘amarillamiento’ que reportaban los agricultores y no respondía a la fertilización química. La cercanía de la manifestación del problema con el manejo manual de malezas, me llevó a asociar la evaporación rápida de agua del suelo con la aparición de la sintomatología. Así que pensé que el ‘amarillamiento’ era la expresión de una estrategia de supervivencia de las crasuláceas que conduce a una ‘fotosíntesis fútil’ y me orienté hacia el ahorro del agua almacenada en el suelo variando los métodos de manejo de las malezas ya que las condiciones subxerofiticas de la región mostraban que el riego no era una alternativa. Se evitaría a futuro el movimiento del suelo con palas o azadones sustituyendose por podas con guadañadora de arnés. En lugar de la cuchilla se usaría el disco de carpintería con un protector que evitaba el daño a las plantas. La limpieza entre-matas se haría manual pero sin desenraizar las malezas sólo podando con cuchillos afilados. El carácter experimental me llevaba a no preocuparme de los costos, aplazando la búsqueda de métodos más eficientes. La recuperación de más del 50% de la plantación me entusiasmó porque superaba los cálculos más optimistas en la experiencia local.

prototipo_ottoEl prototipo ”otto” en acción, integrado a cobertura de malezas

Estaba listo para replicar la experiencia en condiciones menos extremas; más benignas para un cultivo comercial en las laderas del cañón. Así que alquilé una plaza en condiciones muy parecidas a las que trabajan los piñeros y en lugar de preparación masiva del suelo con arado haría la siembra a chuzo motorizada, haría poda de malezas cada que fuere necesario y buscaría acercar las prácticas de fertilización a las utilizadas por los agricultores orgánicos. Hube de enfrentar entre el 2007 y el 2012 fenomenos climáticos inesperados que validaron la experiencia desde la hipótesis planteada: dos ‘niños’ y una ‘niña’, permitieron mostrar que el ‘amarillamiento’ es reversible si se protege el sistema de raíces de las condiciones extremas de sequía que afectan las laderas; protección que se hizo con la labranza mínima y la cobertura de malezas que se podaba periódicamente convirtiéndose en cobertura muerta conservadora de humedad (foto). A pesar de que no se hicieron zanjas de drenaje no se observó escorrentía en la fase ‘niña’, mostrando incremento del almacenaje de agua del suelo. Un porcentaje importante de la plantación tuvo ‘soca’ (segunda cosecha) lo que permitió recuperar los gastos invertidos en la investigación.

En general el trabajo mostró que la actualización permanente de las prácticas tradicionales es una ruta promisoria que vale la pena explorar. La actualización consiste principalmente en la producción de equipos que la hagan viable económica y socialmente ante el despoblamiento de las zonas rurales y en la combinación coherente de los conocimientos de fisiología vegetal y ecología dinámica con los saberes prácticos tradicionales. Para ilustración de los lectores presentaré próximamente algunos vídeos cortos de la experiencia y la presentación que hice en el Sexto Encuentro Latinoamericano de agricultura Ecológica (Cali, 2011). Desde el punto de vista ambiental la combinación de crasuláceas con malezas muestra una ruta de interés para la captura de carbono pues hacen sinergia por sus modos complementarios de asimilar y emitir CO2 en el día y la noche y por el aumento de cobertura viva y muerta y de raíces, que aumentan la capacidad de almacenar-disipar agua en las zonas secas de ladera neutralizando las pérdidas por escorrentía o evaporando el exceso y que ofrecen habitaciones para que se multipliquen microorganismos y macrofauna en el suelo.

Experimento en la actualidad, con resultados promisorios, la rotación en pequeña escala de pasturas con cultivos de pancoger siguiendo el mismo esquema de labranza mínima y convivencia con malezas.

REFERENCIAS

CHAPARRO ANAYA, Oscar; HERRERA, Oscar; REINA BARTH, José Otocar. 2012. Efecto de un sistema mecanizado de siembra a chuzo de piña en la eficiencia de operación, en zonas de ladera de Dagua. En: Acta Agron. Diciembre 2012, vol. 61, no. 5, p. 87-88. ISSN En Línea: 2323-0118

 http://www.revistas.unal.edu.co/index.php/acta_agronomica/article/view/41473/43082

Gómez, B.; Jiménez, H. 1999. Trayectoria de los sistemas de cultivo de Ananas comosus (L.) Mer. en dos regiones productoras del Valle del Cauca. Trabajo de grado (Ingeniero Agrónomo). Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias Agropecuarias. Palmira, 166 p.

PEREZ SALAZAR, M. 2000 La Economía Liberal de Salvador Camacho Roldán. Revista derecho del Estado No 9. https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5119668.pdf.


Una respuesta a “Cambio-Conservación en las Agriculturas Campesinas Andinas”

  1. José O.:
    Me parece que esta nueva entrada condensa de manera fiel y extraordinaria lo que se ha hecho en nuestra región vallecaucana durante más de dos décadas, a la luz de las “novedosas” concepciones de Agronomía agenciadas por André Voisin y la Escuela Francesa de Agronomía liderada por Michel Sebillotte (“novedosas” para los modelos mentales anclados en un pasado decimonónico finisecular y de los albores del siglo XX, de nuestros académicos de las ciencias agrícolas, desconocedores, “ex profeso” o inconscientemente, de la dinámica de las disciplinas naturales, humanas y sociales en el mundo del siglo XXI), y con el concurso de tu talante siempre inquieto y asaz curioso e innovador. De lo cual soy testigo de excepción al compartir esta aventura maravillosa de intentar desvelar lo misterios de la agricultura tropoandina, indagando en los vericuetos socioculturales de las comunidades rurales locales. Quedan para el recuerdo las interminables jornadas “devanándonos los sesos” por recontextualizar las concepciones de estos dos agrónomos franceses, a nuestra realidad, frente a los cuestionamientos de una academia permeada hasta los tuétanos por la idea de “mal-copiar”, de trasplantar el modelo norteamericano de plantación agrícola a nuestros valles interandinos. He aquí el resultado… Ha valido la pena el esfuerzo contra viento y marea.

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