Según evaluaciones realizadas por Pablo Iván Gallo, agrónomo laboratorista, curioso y generoso, en los suelos de los potreros “Voisiniados” de mi finca proliferan las micorrizas. ¿Será porque no aplico herbicidas, ni fertilizantes químicos, ni pesticidas? ¿O contribución de las heces y orines del ganado? O que el descanso” permite que los pastos y otras yerbas desarrollen y entretejan sus raíces? ¿Cuál será la influencia de las condiciones climáticas? ¿Del tiempo que lleva el sistema de rotaciones del ganado? Es el inicio de una discusión respaldada en observaciones de campo (condiciones de finca) y enmarcada en los límites de las dificultades (o imposibilidades?) que nos crea la complejidad de la naturaleza.
Antes de transcribir las evaluaciones, tejo un relato producto de las discusiones de mi grupo acompañante sobre las versiones técnicas que circulan en el medio colombiano y la lectura de las conclusiones de la tesis doctoral de Soukayna Hayek (2012), para sustentar los enunciados que conectan micorrizas y sostenibilidad e informar a los lectores que no están familiarizados con el tema.
Las Micorrizas Vesico-Arbusculares (MVA) son hongos (mycos) del suelo que para sobrevivir, deben pasar parte del ciclo de vida como invasores “tolerados” por las células de la epidermis de las raíces (rrhiza) de plantas vivas, nutriéndose de sus productos fotosintéticos. Como la relación es mutua, no solo el hongo accede a los compuestos carbonados del hospedante; las células también se benefician de los metabolitos originados por la micorriza. Una vez que las señales del sistema de defensa de la planta han reconocido el patrón de moléculas del hongo y han aceptado que se acomode dentro de la célula, se inicia la construcción de un compartimento especializado de alimentación: la Membrana Peri-Arbuscular (MPA). Para construir la MPA, la membrana del plasma de las células de las raíces se extiende e invagina para envolver las hifas arboladas del hongo. Esa interfaz resultante entre el citoplasma de las células de las raíces y las hifas del hongo es el espacio donde ocurre el intercambio de nutrientes entre los socios. Simultáneamente, al extenderse las micorrizas por fuera de las raíces con sus hilos (hifas extra-radiculares) el área de búsqueda en el suelo se amplia y se transfieren además nutrientes entre raíces de plantas de la misma especie o de otras especies. También, algunas especies micorrícicas pueden opcionalmente alimentarse de materiales muertos (saprofitia) colaborando con los procesos de mineralización de la materia orgánica que permite ofrecer nutrientes rápidamente disponibles a las plantas que habitan en su red de influencias. De allí que es importante que existan en el suelo diversidad de especies micorrícicas. Lo mismo ocurre con sus propios procesos de muerte y transformación relativamente rápida -ya que no contienen quitina, una molécula orgánica de descomposición lenta-, procesos que casi nunca son tenidos en cuenta, por concentrarse los investigadores en la parte viva del hongo.
Las Esporas son estructuras construidas por los hongos micorrícicos para vivir por períodos largos por fuera de las raíces de las plantas en la fase libre de su ciclo (etapa no simbiótica). Las esporas garantizan la sostenibilidad de los MVA a través del tiempo: si perciben que las condiciones de humedad son favorables, responden germinando; si reconocen la señal química liberada por las raíces (la hormona estrigolactona, según Sayek (2012), responden ramificando las hifas para poder alcanzar las raíces secundarias.
En los laboratorios la formación de esporas se provoca sembrando gramíneas (generalmente pasto braquiaria) en suelos rojos pobres en fósforo, inoculándolos con “cepas” escogidas con algún criterio de eficiencia y dejando que pase el tiempo para que se establezca la simbiosis. El conjunto se somete a deficiencia de humedad (estrés de agua) para provocar la formación de las esporas en el sustrato.
Visto así, la presencia natural de micorrizas en los suelos puede ser un criterio de evaluación del grado de sostenibilidad que provocan los itinerarios técnicos de los sistemas de cultivo o de crianza animal.
APORTES DE PABLO IVAN A LA DISCUSIÓN
A Pablo Iván le causó extrañeza la diferencia de color entre los suelos de las muestras y los que utilizan en los laboratorios para cultivar las micorrizas. Mientras que los procedentes de mi finca eran oscuros –indicando contenido elevado de materia orgánica, en los laboratorios prefieren suelos rojos que asocian con bajo contenido de fosfatos inorgánicos. Pero la rareza de mis muestras no solo fue en ese aspecto. También se desviaron de lo normal en número de esporas (abundancia) y en diversidad de géneros y especies de hongos MVA (riqueza).
Pablo Iván narra que acostumbra a contar en suelos cultivados al estilo convencional entre 12 y 32 esporas por gramo de suelo, en suelos de pastoreo hasta 48 esporas y alrededor de 20 esporas en insumos biológicos.
Pero en las dos ocasiones que ha observado al microscopio las muestras de los potreros de mi finca tuvo que repetir las lecturas porque no podía dar crédito a los conteos:
En cada gramo de suelo de las tres muestras en marzo de 2014 las esporas sumaron 45 para sitios con bajo contenido de materia orgánica, 82 y 102 para los de alto contenido. En las muestras de febrero de 2015 llegaron a 94.
La abundancia de esporas animó a Pablo a tomar fotos ayudado por el microscopio para confirmar la diversidad de hongos MVA que han encontrado un suelo hospitalario para convivir. Y su paciente esfuerzo se vió recompensado: logró distinguir 25 especies gracias a las diferencias de esporas.
Pablo Iván habla con pasión sobre su trabajo con ese “mundo real”, invisible para la mayoría de los agricultores y técnicos del campo que concentran sus observaciones sobre la parte aérea de las plantas o en los análisis físico químicos de fertilidad de suelos. Afirma que cada vez se convence más que el abuso de herbicidas afecta a la población de microorganismos, en el area de influencia de las raíces –el microbioma rizosférico-. También cree que la evaluación de las micorrizas es un indicador de la intensidad de esterilización de los suelos. Comenta que en muestras de lotes cultivados con café (departamento del Cauca) o con tomate de árbol (Valle del Cauca) “plateados” o “raundeados” trimestralmente con glifosatos durante más de 7 años el número de esporas de micorrizas fue menor de 12.
Cuenta las innovaciones que ha realizado en muchos de los protocolos establecidos para la evaluación de las muestras logrando mejores extracciones y en consecuencia conteos más precisos sin incrementar los costos de laboratorio. «Las ilustraciones que se anexan muestran la diversidad de géneros existentes en tu finca -continúa relatando Pablo Iván- y de hecho podrías comercializar tus suelos, si estuviera dentro de tus intenciones». Nos promete para una próxima entrega mostrar fotografías al microscopio de los niveles de infección o colonización de raíces, especialmente del micay, la pastura nativa que domina en los altos de San José del Salado. También nos comenta que las micorrizas no sólo vuelven asimilables los fosfatos, sino que también transfieren a las plantas ‘socias’ nutrientes como potasio, zinc, nitrógeno, calcio, cobre, molibdeno y boro entre otros.
REFERENCIA: TESIS DOCTORAL DE SOUKAYNA HAYEK